Editorial, Cartas sin marcar: Qué nos dejaron las PASO 2023

 

 Por Juan José MATEO

Licenciado en Historia

El autor de esta editorial escribe desde las costas de la derrota. Supuso que las elecciones presidenciales argentinas serían definidas por los cultivadores de la ancha avenida del medio: un Rodríguez Larreta, un Massa, eventualmente un triunfo en las Primarias de Patricia Bullrich en búsqueda hacia octubre de cierta moderación, servirían para decretar la transición de la grieta hacia una política de consensos. ¿Acaso la gente no estaba cansada de las antinomias políticas que dividen al país desde hace tiempo entre kirchnerismo y antikirchnerismo? ¿Acaso, desde hace una década, gobierne quien gobierne, no estábamos cada vez peor?

Lejos de eso, a la reducción diagnóstica mencionada, un triunfo de Javier Milei como el precandidato más votado y, lo más inesperado, un triunfo de «la Libertad Avanza» en 16 de los 24 distritos del país, que la consolidó como el espacio electoral más votado en las PASO, dislocaron el sentido preferencial de la mayoría de los analistas, que esperaban  del electorado a la hora de sintonizar un castigo al oficialismo, un triunfo de Juntos por el Cambios a nivel nacional. Y si bien el castigo al oficialismo a favor de Juntos por el Cambio se dio mayoritariamente en las elecciones provinciales, el panorama de la elección presidencial fue totalmente distinto.

Desde las 18 horas del domingo 13 de agosto, un vendaval de boletas violetas cubriría el mapa electoral de la República, advirtiendo que una especie de «nuevo orden», comenzaba a conjugarse en la realidad electoral del País. En cada apertura de urnas, pareciera brotar como un aire enraizado aquella potencia del presagio egipcio sobre los que profanaran los secretos de un universo corrompido por la pérdida del favor de los dioses. En efecto, algo similar habrán experimentado los conductores políticos de Unión Por la Patria y de Juntos por el Cambio. Lo que desde hacía un año significaba la brisa de los ecos del descontento popular hacia el estatus quo, con un posible escenario de tres tercios, para las 22 horas del domingo, era un vendaval de efectos especiales sobre un escenario inesperado. La Libertad Avanza se revelaba como la fuerza política más votada, ganando los comicios ante la mirada sorprendida de todos, quizá incluso la del propio Milei y la de sus votantes.

 

¿Fortuna sin suerte?

La cultura helenística, que heredó de la Grecia clásica el apego a un panteón de deidades para todos los gustos, contaba con una diosa de la fortuna a la que llamaban Tique. Entre una de sus características, se encontraba su mala disposición a ayudar a aquellos que no realizaban ningún esfuerzo por el progreso personal. Es decir, que para Tique, la suerte no existía como principio rector del desarrollo y si uno quería que le vaya bien y la fortuna lo acompañara, debía realizar los esfuerzos suficientes para lograr el éxito en cualquier empresa.

Para tique, entonces, la suerte jugaba con cartas sin marcar y el gran teatro de la vida cotidiana, al igual que la política, estaba regulado por cierta inteligencia emocional dónde nadie destacaría si no ayudaba a labrar su propio destino.

No es descabellado percibir entonces el desapego y abstención de tique con respeto a la dirigencia de Unión por la Patria y Juntos por el Cambio, quienes, a la luz de los resultados de estas PASO 2023, hicieron muy poco para revertir la tendencia de pérdida de votos que venían experimentando desde 2019. En efecto, Unión por la Patria perdió el 50% de su caudal electoral en 4 años y Juntos por el Cambio, el 40%. Una merma impresionante para pretender sostener la polarización que funcionaba en el sistema político tradicional desde 2007 a la fecha.

Tique podría acusar factura a Unión por la Patria del desgobierno o mal gobierno y sus internas fratricidas al fracasado binomio de Alberto y Cristina Fernández y sumarle la complejidad de ubicuidad pendular del actual candidato y Ministro de Economía, Sergio Massa; al mismo tiempo de reclamar calidad y cualidad a Juntos por el Cambio en su rol opositor. Con respecto a este último, la advertencia había sido dada por el electorado en 2021, cuando a pesar de haber ganado las elecciones de medio término posicionándose como el sector político a quedarse con las presidenciales este año, había experimentado una merma de 1 millón de votos (un 10%), con respecto a la ya magra cosecha de 2019, cuando perdió la reelección Mauricio Macri.

Sobre el clima enrarecido de pérdida de votos del status quo partidario, asomaba un dato preocupante: el crecimiento de la abstención electoral. Los ausentes, la gente que dejó de ir a votar por cansancio, enojo y escepticismo con el sistema, casi se duplicó de 2019 a 2023, aumentando de 6 a 11 millones. No es afiebrado pensar, entonces, que Tique haya dado una vuelta de página y premiar, a la luz del nuevo escenario, a quien fuera capaz de encausar el descontento, fenómeno para nada novedoso, si se tiene en cuenta las estrambóticas y triunfantes apariciones de populistas de derecha como Trump, Bolsonaro, Bukele, entre los casos más resonantes. Y allí donde se requería un outsider del sistema, Tique divisó a Javier Milei.

 

La democracia interpelada

Entre agosto y septiembre de 2021 (PASO y legislativas intermedias nacionales), se produjo la mayor abstención electoral desde el retorno de la democracia, rozando el 31% de ausentismo ante las urnas. El volumen de inasistencia a los comicios superó el de la crisis de 2001, demostrando además que el Frente de Todos (hoy «Unión por la Patria»), había experimentado una pérdida de 5 millones de votos (reducción de su caudal electoral del 40%), mientras que Juntos por el Cambio, tuvo también una significativa merma de 1.5 millones de votos. Marca sólo superada, como se indicó, por esas 11 millones de almas ausentes en los comicios del 13 de agosto. Esta vez, la tan repetida muletilla de considerar el día de elecciones como una «fiesta de la democracia», dio paso a la solicitud de la mayoría de los políticos para que la gente «vaya a votar»: la sombría cavilación producto del voto en blanco, la anulación del sufragio y el ausentismo experimentado en el inédito adelantamiento de elecciones en la mayoría de los distritos del país, habían encendido alarmas en los bunkers de las fuerzas políticas tradicionales. ¿Será ese tipo de antipolítica entonces la abstención electoral representada?

Llegados a este punto, debemos prestar atención al hecho que la retracción económica y la sostenida caída en el nivel de ingresos de la población, horadaron no solamente al kirchnerismo y al macrismo, sino a la mismísima democracia, como un sistema capaz de generar respuestas para sostener en la dignidad subjetiva a porciones millonarias de la ciudadanía argentina. La presencia entonces en la fórmula presidencial de la Libertad Avanza de una procesista como Victoria Villarruel, deja de llamar la atención, máxime si recordamos la colaboración de los «liberales» conservadores de viejo cuño con la última Dictadura militar argentina.

Ésta libre asociación no debe atribuirsele a Milei, más cercano a una corriente anarco capitalista con algunas conexiones liberales muchas veces antojadizas, como el eslogan de denominar «casta» a todo político que no es de su espacio electoral, sin ruborizarse ante el hecho de contar con muchos dirigentes provenientes del peronismo y de Juntos por el Cambio como candidatos de su espacio en éste 2023 y de cerrar en muchos distritos del país, alianzas con referentes del Massismo y el kirchnerismo.

Sin perjuicio de entender los pases mágicos electorales y el necesario pragmatismo que exigen las lides de la real politik, el costado peligroso de la denuncia contra «la casta» es el peso específico del eco de los exaltados gritos del denunciante, poniendo énfasis en el individuo (denominados ahora por Milei como «la gente de bien») y descuidando la esperable defensa y conjugación de la economía de mercado con el sistema democrático. Hasta qué punto el ataque al Estado no es un disparo por elevación al sistema democrático, es una incógnita que será develada en algún momento. Pero hasta ahora, no se ha explicitado que terminar con la casta sea el vector para de la defensa de la democracia como sistema organizador de la sociedad que desean «liberar» los libertarios.

En el sentido opuesto, una parte importante del voto de Milei canaliza el sentimiento de dignidad de una porción importante de la sociedad que despierta ante la falta de respuestas de la clase política tradicional. En ese sentido, la democracia necesita siempre de la regeneración política para revitalizar el contrato social: se trata del germen generacional que sólo la juventud movilizada puede lograr. En el próximo párrafo retomaremos esta cuestión, pero en todo caso, el hecho preocupante, es quién será capaz de representar ese voto creciente y cautivo del escepticismo, esas 11 millones de almas empadronadas que desistieron de ejercer el derecho constitucional del sufragio. Justamente, nadie representa (ni siquiera Milei) esa abstención y tampoco terminamos de entender qué representa. Un juego de palabras que interpela a la democracia y sobre todo, revela un estruendoso silencio, quizá un grito agotado, apunado en las entrañas del Estado precario, jaqueado por la caída sostenida de ingresos de la última década.

 

¿Cómo se votó en las PASO 2023?

Luego de los 11 millones de electores que no fueron a votar, un poco más de 7.1 millones de sufragios positivos fueron a Javier Milei (30.04%), 6.7 millones correspondieron a Juntos Por el Cambio (28.27%) y 6.4 millones a Unión por la Patria (27.27%). A simple vista, las diferencias fueron tan escuetas, que daría la impresión que cualquiera de los tres contendientes podría llegar a coronar su ingreso al balotaje en octubre. Pero el cimbronazo que significó el inesperado triunfo de Milei en el interior del país, alentaron un ambiente libertario triunfalista que caló hondo en las bajas defensas de las fuerzas políticas tradicionales. Unión por la Patria, esperaba que su arco progresista canalizara en Grabios un porcentaje mayor que lo dejara al menos en un segundo lugar expectante y Juntos por el Cambio, esperaba erigirse como la fuerza más votada, superando el 30% de sufragios y quedando cercana al triunfo en Primera vuelta en octubre. Nada de eso sucedió.

El Peronismo hizo su peor elección en la historia. Por primera vez se vislumbra como tercera fuerza nacional y la derrota ha dejado heridas como no las sufría desde la debacle de 1983 a manos del triunfo alfonsinista. El futuro del Peronismo, si repite un tercer puesto en octubre y queda fuera de un posible balotaje, será motivo de kilómetros de papel editorial y millares de litros de tinta. Un tercer puesto de Juntos por el Cambio no dejaría heridas tan profundas, puesto que se trata de una alianza transitoria que une a la tradicional UCR con partidos más modernos, como el PRO y la Coalición Cívica, entre otros. En ese caso, exigirá la revisión exhaustiva de los acuerdos programáticos y un rediseño, en el caso de continuar con la alianza, de su plataforma política de cara al futuro. Si triunfasen los libertarios en octubre o noviembre, estaríamos hablando de una posible balcanización política hacia futuro, inédita en la historia electoral nacional, con la excepción del escenario de cinco quintos de 2003, cuando cinco candidatos (tres de extracción peronista) quedaron a menos de 10 puntos de diferencia unos de otros.

Para Milei, la suma electoral total del año, puede dejar dos lecturas contrapuestas, aunque complementarias.

El aspecto complementario, es entender que el desdoblamiento de elecciones provinciales de las nacionales en la mayoría de los distritos del interior, permitió a los libertarios desprender la boleta presidencial del arrastre centrípeto que suelen proyectar las candidaturas de intendentes y gobernadores, sobre el estamento mayor, entendiendo que la primera magistratura se correspondería con la punta de iceberg sostenida por bloques estructurados en lo local.

El desdoblamiento electoral, entonces, jugó en primer lugar en detrimento de Sergio Massa y Grabois, pero también horadó el desempeño de Juntos por el Cambio, que no puedo aprovechar el empuje de excelentes elecciones en distritos densamente poblados como Santa Fe o Mendoza. Allí, ganó Milei, donde uno mese antes, Juntos Por el Cambio había triunfado holgadamente y los candidatos libertarios habían realizado pésimas elecciones. Y teniendo en cuenta esto último, el segundo gran favor que operó el inédito desdoblamiento electoral entre comicios provinciales y nacionales  hacia los libertarios, es que los deslindó de tener que armar las grandes parafernalias electorales de las boletas acordeones, con decenas y centenas de candidatos diseminados en verdaderos rollos higiénicos de más de un metro de extensión. Sin arrastre y con un solo timonel que preservar, el domingo 13 de agosto el interior de la Patria se tiñó del violeta libertario.

La lectura contrapuesta, está dada por el hecho de concebir un triunfo libertario en las presidenciales y la aplicación de una plataforma política que promete realizar un giro de 360° en la organización administrativa y tributaria nacional, sin contar con referentes territoriales en ningún rincón del interior del país, excepto honrosas excepciones, como Tierra del Fuego, donde los libertarios contarán con dos legisladores Provinciales y un Diputado Nacional.

El fenómeno en el interior, contrasta en aquellos lugares donde las elecciones locales concatenaron con las presidenciales. No debe llamar la atención entonces que en los distritos como la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se impusieran los candidatos de Unión por la Patria y Juntos por el Cambio y que los libertarios ocuparan el tercer lugar. Pero aun así, la fuerza de Milei obtuvo una importante cantidad de votos. Es hora entonces de analizar los aspectos cualitativos del voto libertario.

 

Desgranando el voto libertario

Proponemos el ejercicio de dividir la composición del voto libertario en tres grandes corrientes:

En primer lugar, se encuentra el voto joven, como una concesión romántica generacional hacia el valor de lo nuevo: voluntades permeadas por el estilo contestatario de Milei, basadas en la esperanza de que alguien haga desde la política lo nunca nadie hizo (dolarización, exterminio de «la casta», desregulación del Estado, nuevo contrato social con eje en el individuo, por nombrar algunos puntos).

En segundo lugar, podemos divisar el voto castigo, identificado con los desencantados de Unión por la Patria y Juntos por el Cambio. Este vendría a ser un voto adulto, que conoce en base a crudas experiencias de bolsillo, el derrotero de las fuerzas políticas tradicionales.

Finalmente, existe también un voto de concurrencia antisistémico, aquel que encontró en Milei el vector del castigo a los cimientos del orden establecido, aún sin acordar conscientemente con los principios anarco capitalistas que aquel pregona. Antes de quedarse en su casa y engrosar los 11 millones del ausentismo, fueron a votar, y en lugar de sumar a otras fuerzas políticas como la izquierda o partidos provinciales en sintonía con «el desconocido» o «el menos peor», orientaron su voto a los libertarios. Allí Milei significó un último dique de contención antes de toparse en el escrutinio con una estampita de San Martín o la feta de salame en el sobre. En este sentido, es interesante ver cómo desde 2021 a 2023, el votos hacia otras fuerzas políticas, se redujo drásticamente de 5 a 1 millón y medio de sufragios. Este último sector vendría a ser intergeneracional y paradójicamente, junto con el primer grupo, constituirían el núcleo duro del voto libertario para estas PASO 2023.

 

¿Cómo votaron los fueguinos?

Con 148.020 personas habilitadas para votar, En Tierra del Fuego la abstención llegó al 30%, siendo uno de los distritos que menos apatía tuvo a la hora de participar de los comicios. A nivel Presidencial, Milei fue el candidato ganador, llegando al 35.28% de los sufragios. Seguido por Unión Por la Patria (29.25%) y juntos Por el Cambio (20.80%). Claramente el cisne negro patagónico fue ver que históricas provincias kirchneristas como Santa Cruz y Tierra del Fuego, se pintaran de violeta en una elección presidencial y que sus candidatos a Diputados nacionales, hicieran la peor elección en más de una década.

El dato más preocupante para el oficialismo fueguino, fue nuevamente una derrota en la ciudad de Ushuaia de la histórica lista 501, identificada desde hace muchos años con el kirchnerismo y que ya en 2021, había tenido su traspié inaugural, al quedar por detrás de Juntos por el Cambio en las PASO de aquel año. Por si fuera poco, la candidata de Somos Fueguinos, Liliana «Chispita» Fadul, estuvo a escasos 1.500 votos de dejar a Andrea Freites en cuarto lugar (menos de un 4% de los votos de diferencia), con boleta corta y con la complejidad añadida de dos boletas más con candidatos a Parlasur, que derivaron en gran cantidad de sufragios nulos. Muchos hablan que en las generales y con sólo siete boletas disponibles, Fadul pueda dar una sorpresa en la capital fueguina.

El voto de Republicanos (nombre local de «La libertad Avanza»), se mantuvo estable en Ushuaia y Río Grande (alrededor del 29%), mientras que en Tolhuin y la Antártida, aumentó su caudal. Lo mismo ocurrió con los resultados para Juntos por el Cambio, obteniendo en Ushuaia un 18.15% y en Río Grande 17.71%. La gran diferencia, como advertimos en el párrafo anterior, estuvo en la administración del voto de Unión Por la Patria en la capital fueguina: mientras en Río Grande contabilizó un 24.51%, en Ushuaia obtuvo un magro 16.89%, debiéndose conformar con el tercer lugar.

Párrafo aparte merece el voto en blanco. Para Presidente, sólo significó el 3%, pero para Diputados se multiplicó 5 veces, llegando al 15%. Sumados a los votos nulos, pueden ser caldo de cultivo para alguna sorpresa en las elecciones de octubre para el estamento parlamentario. Las comparativas de números y porcentajes con las elecciones nacionales de 2021 y 2019 en Tierra del Fuego, con votos blancos, nulos y cortes de boletas, son de una riqueza arqueológica inconmensurables y quizá en una próxima entrega, podamos ahondar en el fenómeno.

 

Cartas sin marcar

Así llegamos al epílogo de esta primera aproximación al análisis de los resultados de estas PASO 2023. Allá por los años 80’s, el prolífico Andrés Calamaro cantaba aquello que «la suerte juega con cartas sin marcar» y muchos analistas muñidos de categorías tradicionales perdimos la partida diagnóstica y predictiva invocando escenarios atados a la tradición secular de las fuerzas políticas, pero también de los escenarios tradicionales. Tal es así que el lunes 14 de agosto, nos perdíamos en la duda cartesiana de entender el tsunami libertario.

Por su parte, Tique premió al único candidato que labró su fortuna, alejándose justamente del dirigente tradicional e inventando un nuevo animal político: el león contestatario, aquel capaz de reencauzar el eslogan de 2001, cuando la crisis de representatividad política estuvo a flor de piel. «Que se vayan todos». ¿Acaso había una revolución o un cambio dando vueltas en el universo de la historia reciente argentina que faltaba encauzar?

Rugieron las urnas y muchos comprendimos que los gritos de aquel outsider ganador tenían que ver con los fondos entrañables y no las formas. Aquí es importante la opinión del arlequín comunicacional Durán Barba, para quien la política y las elecciones son sentimientos y no racionalidad. No sabemos muy bien hacia dónde vamos, pero la ciudadanía entiende que es necesario un cambio. Y hoy, ese cambio, lo encarnan los libertarios. Por eso ganaron las elecciones.

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